domingo, 25 de enero de 2015

Una mañana diferente.

Es muy aburrido cuando nos volvemos personas rutinarias, ¿no? Me levanto, desayuno, me lavo los dientes, prendo la tele un rato, abro el facebook, etc.

Hace unos días me levanté con ganas de hacer algo diferente.

 Ir a clases en la tarde provocó en mi cierta inquietud por querer aprovechar al máximo mis mañanas. Y bueno, muchos me decían antes, "¿por qué no vas y te das una vuelta por alguna plaza comercial?" Y yo me quedaba así de "ajá, ¿sabías que mas de la mitad de los locales de las plazas abren a mediodía? Por lo que salir a las plazas no se volvió una opción para mí.



Entonces, una mañana, decidí conocer más mis alrededores, (cerca del departamento) por lo que me puse pants y tenis, dispuesta a caminar un buen rato.

El día estaba fresco y nublado. No cantaban los pájaros, pero se escuchaba cierta alegría mientras pasaba por varios puestos de comida.

Es de imaginarse que después de oler tanto buen sazón me diera hambre, por lo que empecé a buscar un lugar en el cual desayunar. Aunque todo olía delicioso, por alguna extraña razón no me surgía el antojo, y cuando se me apetecía algo, se pasaba de mi presupuesto (no estaba dispuesta a invertir más de cincuenta pesos).

Caminé cerca de veinte minutos, hasta que vi un triciclo que vendía tacos de canasta, cuya dueña reconocí de inmediato. Mientras me acercaba, lo que empezó a llamar más mi atención fue una cliente, ya que traía su cabello pintado de azul aguamarina.



Me acerqué con Ceci (la dueña del triciclo) y le pedí cinco tacos. Me despachó enseguida y me pidió de favor si le cuidaba el "changarro" en lo que ella hacía un mandado. Accedí y me senté a comer mis tacos. Mientras los comía, observaba a la chica con cabello llamativo y le empecé a hacer plática. El tema principal fue su cabello, y los cuidados que tenía con él para que el color se le conservara tan padre. Me preguntó entonces donde vivía, y le dije que a unas cuadras de la iglesia Betania, y señalé mi iglesia. Se mostró entonces curiosa y empezó a preguntarme en que creía, y fue así que empezamos a tener una plática más profunda, donde ella me compartió su necesidad espiritual.

Mariela, la chica peliazul, me compartió experiencias muy amargas de su vida. Me platicó de su divorcio, de su novio golpeador, de sus problemas con las drogas y demás cosas. La escuché y le conté de como Dios había cambiado mi vida y que si ella quería, Él podía cambiar la suya. Le compartí de la biblia y al final de nuestra conversación la noté feliz.

Es muy bonito como cada uno de nosotros podemos impactar de manera positiva a una persona, por eso nunca hay que vivir nuestra vida de la misma manera.


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